Despierta un nuevo día en el paraíso y hoy nos levantamos temprano para ir al Parque Nacional de Manuel Antonio, el Parque más conocido y concurrido de todo el país, porque en él puedes disfrutar de la naturaleza salvaje al mismo tiempo que se pasa un día de playa, en unas de las mejores del país.
Cuando se aparca el coche, en los mismos aparcamientos te están esperando los guias para ofrecerse a enseñarte el parque por un módico precio por persona, y te dirán que sin su ayuda experta es muy difícil ver animales, todo lo contrario, en un parque en el que rebosa la vida lo que es imposible es no verlos, por lo que nosotros prescindimos de sus servicios y lo vimos solos.
Las rutas están muy bien señalizadas, por lo que es muy difícil perderse, lo único que hay que tener en cuenta es que tienes que llevar todo lo necesario para pasar el día (comida, bebida, etc.).
En éste parque puedes ver desde arañas, hasta monos aulladores, pasando por los monos capuchinos, armadillos, iguanas, cangrejos, serpientes, lagartos, etc, etc, etc.
Una vez que se han recorrido las rutas por el interior del parque, sobre mediodía ya toca comer y darse un chapuzón en una de las preciosas playas del mismo.
Hay que tener cuidado con donde se dejan las mochilas en la playa, porque los pizotes y sobre todo los capuchinos te la pueden robar para buscar la comida y te puedes quedar sin nada de lo que lleves en su interior. Es preferible que se quede siempre alguien con la mochilas en la orilla.
La verdad es que se entiende el por qué de tanta fama, estas bañándote en una playa de ensueño, en medio de iguanas que pasean alrededor tuyo y con un perezoso en la copa del árbol donde tienes la toalla, una pasada.
Dando una vuelta por el Parque, nos pusimos a hablar con uno de los guias, un chico joven y nos ofreció una excursión por la tarde para ver los manglares en la desembocadura de un río cercano a Quepos, y debido a que era temporada verde, y que no había casi nadie, nos hizo un buen precio y como eramos cinco, íbamos a ir solos.
Sobre las 16.00 horas quedamos en el aparcamiento del parque y nos fuimos en dirección a la salida de Quepos, llevándonos hasta un embarcadero donde nos montamos en una pequeña embarcación y nos dirigimos hacia los manglares de la desembocadura del río Paquita.
Llegamos a una zona en la que los monos capuchinos están acostumbrados a que los turistas paren y les den algo de comida, por lo que enseguida que llegamos, apareció un grupo de unos siete y ocho. Les dimos unos pocos plátanos que habíamos comprado por el camino, y se subieron a la barca y se mezclaron con nosotros, se nos subieron a la cabeza, por los hombros, la verdad, toda una experiencia.
Estuvimos dando un paseo por entre los manglares, viendo todo tipo de fauna que habita los mismos, como garzas, cocodrilos, serpientes de agua, hormigueros, murciélagos, etc., y con una explicación muy buena por parte del guia que contratamos.
Después del día tan intenso, una buena cena en el atardecer y a la cama, que al día siguiente salimos a las 05.00 de la mañana en dirección a Guapiles a dejar el coche de alquiler e irnos hacia Tortuguero, teniendo que atravesar casi todo el país por esas carreteras en la que no sabes que te vas a encontrar, con la premura de llegar antes de las 13.00 horas al embarcadero para coger la lancha hacia Tortuguero.
Las rutas están muy bien señalizadas, por lo que es muy difícil perderse, lo único que hay que tener en cuenta es que tienes que llevar todo lo necesario para pasar el día (comida, bebida, etc.).
En éste parque puedes ver desde arañas, hasta monos aulladores, pasando por los monos capuchinos, armadillos, iguanas, cangrejos, serpientes, lagartos, etc, etc, etc.
Una vez que se han recorrido las rutas por el interior del parque, sobre mediodía ya toca comer y darse un chapuzón en una de las preciosas playas del mismo.
Hay que tener cuidado con donde se dejan las mochilas en la playa, porque los pizotes y sobre todo los capuchinos te la pueden robar para buscar la comida y te puedes quedar sin nada de lo que lleves en su interior. Es preferible que se quede siempre alguien con la mochilas en la orilla.
La verdad es que se entiende el por qué de tanta fama, estas bañándote en una playa de ensueño, en medio de iguanas que pasean alrededor tuyo y con un perezoso en la copa del árbol donde tienes la toalla, una pasada.
Dando una vuelta por el Parque, nos pusimos a hablar con uno de los guias, un chico joven y nos ofreció una excursión por la tarde para ver los manglares en la desembocadura de un río cercano a Quepos, y debido a que era temporada verde, y que no había casi nadie, nos hizo un buen precio y como eramos cinco, íbamos a ir solos.
Sobre las 16.00 horas quedamos en el aparcamiento del parque y nos fuimos en dirección a la salida de Quepos, llevándonos hasta un embarcadero donde nos montamos en una pequeña embarcación y nos dirigimos hacia los manglares de la desembocadura del río Paquita.
Llegamos a una zona en la que los monos capuchinos están acostumbrados a que los turistas paren y les den algo de comida, por lo que enseguida que llegamos, apareció un grupo de unos siete y ocho. Les dimos unos pocos plátanos que habíamos comprado por el camino, y se subieron a la barca y se mezclaron con nosotros, se nos subieron a la cabeza, por los hombros, la verdad, toda una experiencia.
Estuvimos dando un paseo por entre los manglares, viendo todo tipo de fauna que habita los mismos, como garzas, cocodrilos, serpientes de agua, hormigueros, murciélagos, etc., y con una explicación muy buena por parte del guia que contratamos.
Después del día tan intenso, una buena cena en el atardecer y a la cama, que al día siguiente salimos a las 05.00 de la mañana en dirección a Guapiles a dejar el coche de alquiler e irnos hacia Tortuguero, teniendo que atravesar casi todo el país por esas carreteras en la que no sabes que te vas a encontrar, con la premura de llegar antes de las 13.00 horas al embarcadero para coger la lancha hacia Tortuguero.